Nuevos poemas

Quise mirar la noche
Quise mirar la noche
con ojos de día,
pero la noche
es más noche que la luz del deseo.
Se ahora
que jamás sabré de mí en sus pupilas,
ni tampoco del color de las cosas.
No cabe ya
ni una razón en mí contra el vacío.
Viene de frente
Viene de frente
-como las sombras distraídas-
sin rostro ni amparo:
un desplante a la luz
que lo proyecta y lo devora
en un silencio
-sin embargo- tormentoso.
Viene
de ser un día un nombre,
un domicilio entonces,
una respuesta,
la codicia, Dios,
una culpa,
un rastro.
Mas nada ya presagia
que hubo una mano asida
a unos pasos cardinales
o una duda razonable,
y sí, un pálpito
y una tragedia irremediable.
Cabe
en su ausencia de hombre
un íntimo
e insondable pozo
por el que embarrancan
las imágenes arrancadas
a las cuencas vacías de su mirada.
Viene de frente una sombra
que erró de destino.
Las palabras caen
Las palabras caen
-ni siquiera las pronuncio-
en este telón sin fondo
al que llamo vida.
Boca a boca las protege
su elástica esencia
de resultar desnucadas:
desusadas.
Caen huérfanas
ante el irresoluble asunto
de explicar
qué diferente fui
del que soy,
qué me trajo hasta aquí
o qué es la noche
y sus contrarios.
Nacen enajenadas
y se resisten a una luz,
una razón o un calor que no tienen
más allá
de estos versos inermes
y presuntuosos.
Son, al cabo,
sustantivos rotos
vértebras desentrañadas
de una gramática cautiva,
de un diccionario personal
escrito sobre el vacío.
Finalmente,
sucumben también
a esta gravedad innecesaria
los silencios,
ajenos, antes de esta estrofa,
a tanta palabrería homicida.
Una ola penetrante
Una ola penetrante
y clara
brotó de mis ojos sin esperarla.
Cristalina y febril bocanada
para unas pupilas aún extrañas
al rumor de aguamarinas
sinuosas entre arrecifes y playas.
Mas, lejos de enturbiar mi mirada,
topacios, turquesas,
estrellas de mar la seducen
entre la luminosa verdad de tus aguas,
por la fragante profundidad de tu alma,
hacia el litoral azul y fresco de tu cuerpo
en el que, estas, mis naves sobresaltadas,
sumergirse claman.
Muero
¿Muero
si puedo decir aún
que ya no existo?
¿Vivo
si las palabras
se vuelven hacia dentro
cada vez que lo intento?
¿Cuál es el verbo?
¿Cuál la declinación
que afirma o niega
a estos
mis relojes varados?
Nochebuena
Diciembre:
un año más
lloré la muerte de mi hermano,
reescribí un poema
siempre insuficiente
e innecesario
y, desolado,
me masturbé
con el recuerdo
de una mujer cualquiera.
Dejad
Dejad
que la mano del hombre
descienda sobre todos nosotros:
es sangre envenenada.
2 comentarios
Anónimo -
Jordi Alba -