Blogia

juanmaríajiménez

De mis otras caligrafías (1975 - 1979)

De mis otras caligrafías (1975 - 1979)

 

Si el hombre pudiera decir lo que ama,

si el hombre pudiera levantar su amor por el cielo

como una nube en la luz...

-Luis Cernuda-

 

I

Quisiera decir por qué escribo

pero me sobran espacios

y la cuartilla se me queda grande,

también me queda grande el traje

y no arranco las solapas

ni cierro el ojal de una rosa,

no pongo algodones en los zapatos

y me están grandes,

ando a saltos y soy pequeño,

me siento y no llego,

tiro el papel al suelo, miro

y se me sube la vanidad a la cara,

la cojo y se me escapa,

también me venía grande.

 

 

 

 

II

Amo el desnudo de esta flor

que, como cada mañana,

abre para mí la pureza de sus pétalos

sin ruborizarse.

 

III

Quiero

quiero mi bolígrafo negro

mis gafas de sol

la carpeta de poemas

el despertador

las cuerdas de la guitarra

el plan general

un paquete de tabaco

el transistor

quiero

mi colección de caprichos

mi álbum de deseos

las frases altisonantes

y los discursos pequeñitos

quiero

mis quieros

tus quieros

a secas

quiero un sí

hasta mañana

la paloma de la paz

la determinación del ángulo obtuso

el frío

el calor

la eternidad

y el miedo a querer

quiero

llorar lo menos posible

una cama grande

la rejilla del colador

una voz

y quince mil cosas más

quiero volver al final.

 

 

IV

 Si las mariposas no fueran de colores

y volaran mucho más alto

donde nadie pudiera verlas,

si calzaran zapatos y comieran con tenedor

o descansaran el domingo

para guardar la fiesta,

si tuviesen carnet de identidad

y necesitasen pasaporte

para ir de flor en flor,

números rojos en la cuenta corriente

y moneda suelta para telefonear,

si supiesen leer

contar hasta diez,

el verbo morir pero no el amar

no sabría aún qué es la libertad.

 

V

Las gotas caídas

de noche

sobre el tejado

clamaban ruidosamente

la revolución de la luna,

haciendo de la oscuridad escudo

al fuego de zapatillas,

proclamando la independencia

de las sombras (república popular).

 

Enero,

como cada noche,

la revolución nace y muere:

los gatos negros

son gotas caídas

de noche

sobre los tejados.

 

VI

A una estrella fugaz

Comería bambas de nata o luna

si con ello abriera un hueco para tí,

rondaría cortesano la cortina del firmamento

por ralentizar de tu vuelo

los movimientos más ágiles,

clavaría los pies en la tierra,

mancharía de polvo de nube

el calcetín hasta lo eterno, porque

asombrada por lo inédito, creyeras de mis labios

que el rocío también llora

sus amoríos entrecortados, y estrecha su cuerpo

hasta desvanecerse

contra los brazos de su efímero amante.

Sólo que tu eres más orgullosa,

más distante y te me escapas

sin dar tiempo al remedio

sin casi pensar ¿por qué existes

si apenas te veo?

y te ríes de tu atrevimiento

con la estaticidad del cielo quieto.

Parecías tan feliz al iniciar este poema

que hubiese deseado vivir intensamente contigo

la fugacidad del tiempo,

y sin embargo te he visto, tras una esquina

tragar lágrimas, ¡tan en silencio!

 

VII

Hay que haber

            ¡ay!

ser

como el aura in-

visible ¡cuánto me duelo!

del aroma de una flor,

así, impalpable

mitad tuyo, mitad de nadie,

            ¡ay!

sin ser.

 

 

VIII

Juan

no

sabía

qué

era

la

ley

de

la

gravedad

 

 

IX

Y también me gusta

coger con un lazo una estrella

para jugar al yo-yo,

aunque prefiero tenerlas todas,

verterlas en un tazón

y beberlas con leche caliente,

o hacer un mar de rayos

y sobre ellos, lanzar mis barcos

contra los elementos.

 

Pre-texto

 

La distancia que separa el perfil de una sonrisa, del espléndido huracán de la euforia es, a veces, tan grande, que se nos hace inaprensible y casi siempre extraña.

Las huellas de la derrota íntima se confunden sobre el terreno del exilio interior con la algarabía del regreso y queda el aliento o el desaliento.

Este es un intento de poner un cierto orden donde no puede haberlo, de situar los puntos sobre unas ies que se elevan o caen con tan pasmosa agilidad y vértigo que es imposible atinar en la diana.

Es, no obstante, un ejercicio de entrega, de complicidad, de juego... de encajar los instantes hechos palabra en la estructura lineal de un verso, en la geografía polimórfica de un poema.

No creo en los tiempos estancos y sí, por contra, en los tiempos compartidos. Creo que un mismo refugio, el propio, puede ser abrigo para la soledad o la compañía, sin que se agrieten sus pilares ni rechinen sus dilatadas presencias.

¿Cabe justificación para el tropel de sensaciones o para el caudal de sentimientos, ya amargos, ya sublimes, ya marchitos o decididamente enérgicos?. Cabe la piel y sus reflejos. Sí. Caben el diapasón y todos sus tonos inéditos y posibles, y también, claro, el tropel de instrumentos. Sin orden y con cierto.